A veces da la impresión de que la suciedad y el poco cuidado del entorno forman parte de la idiosincracia dominicana. Por años vengo observando que muchos prefieren tirar la basura en cualquier sitio, aún cuando hay zafacones en los alrededores. He visto también que no se respetan las paredes ni árboles, sino que estos espacios son aprovechados para todo tipo de publicidad. El resultado de esta indiferencia es una ciudad que luce descuidada, sin brillo.
Como bien lo expresara Alex, de la agrupación Maná, muchos son los dominicanos que están acostumbrados a ver el entorno sucio y descuidado. Sin embargo, los miles de turistas que visitan la República Dominicana cada año se quejan al respecto, y eso en nada nos favorece. Da mucho gusto visitar una ciudad y poder pasear tranquilamente por sus calles, contemplar sus momumentos, parques, hoteles y sitios de recreación. Aquí, lamentablemente, son muchas las sorpresas desagradables las que acechan.
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En cualquier parte del mundo los zoológicos, acuarios y parques nacionales son lugares de recreación, bien cuidados y respetados por todos. En República Dominicana es lo contrario: operan con deficiencias, son lugares poco atractivos y no cuentan con el respaldo de las autoridades. Solo cuando se insiste en el deterioro de uno de estos lugares viene alguna institución en su auxilio, hace una súper inversión y por par de meses, todo bien. Al cabo de un tiempo, empieza el ciclo otra vez.
Los dominicanos no podemos darnos el lujo de invertir dinero en las mismas cosas una y otra vez. Se requiere de un esfuerzo tanto de las autoridades como de la población para preservar el entorno, mantener la ciudad limpia y exhibir con orgullo nuestros lugares de recreación.
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Debería ser motivo de vergüenza que un integrante de Maná nos exhorte a no tirar basura en las calles, que Reino Unido nos califique como el peor destino turístico y que cada cierto tiempo se denuncie el deterioro de tal o cual monumento. El mantenimiento es vital, más aún cuando se vive del turismo como hacemos nosotros.
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