Una serie de incidentes en los últimos días hace pensar que hay un afán generalizado de desorden en el país. El caso más reciente fue el de ayer, cuando Juan Hubieres, dueño supremo del país, dispuso un paro sorpresa de sus unidades de transporte público en demanda de las líneas alimentadoras del Metro.
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En su afán por conseguir lo suyo y seguir disfrutando de los beneficios derivados del desorden que impera en el transporte público, Hubieres no pensó en la necesidad que tienen miles de dominicanos de llegar a tiempo a sus trabajos. Claro está, eso en nada sorprende porque no es la primera vez, ni será la última, que Fenatrano viene con uno de sus famosos paros.
Como para añadir insulto a la herida, la esposa de Hubieres fue protagonista de otro desorden ayer al mediodía, cuando inició una marcha hacia el Palacio Nacional con el mismo propósito que su esposo. Bajo la consigna "mujeres unidas jamás serán vencidas", curiosamente pronunciada por un hombre al principio, daba la impresión de que se trabata de otro tipo de marcha, pero el engaño duró poco. Cierre de calles aledañas y un intenso tapón fue todo lo que se logró ayer.
Siguiendo con los desórdenes, el incidente del sábado en San Francisco de Macorís durante un partido Licey-Gigantes deja muy mal parada a la Liga de Beisbol Profesional de la República Dominicana, que ha fallado en imponer sanciones al Licey, equipo que ha mostrado ser reincidente en este tipo de comportamiento. Tan grave fue el lío del sábado que al menos dos personas -espectadores- decidieron demandar al Licey.
A todo esto debemos añadir la constante amenaza que representan médicos y enfermeras y el anuncio de huelga hecho por los bomberos, todos demandando mejoras. ¿Y al pueblo, quién le responde?
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