"El mundo ha cambiado, y nosotros (EE.UU) debemos cambiar con él". Estas palabras, pronunciadas por Barack Obama tras su juramentación como presidente de Estados Unidos, encierran una gran verdad y van en consonancia con el mensaje de cambios que usó Obama durante su campaña para conquistar a los estadounidenses.
Sí, es verdad que el mundo ha cambiado. Gracias en gran parte a la tecnología, cada día tienen menos sentido las barreras raciales, culturales y económicas que tantos conflictos han generado a lo largo de la historia de la humanidad. Lo mismo con la tolerancia: un mundo que cada vez se hace más pequeño, donde las noticias llegan a todos los rincones en apenas segundos, donde las economías están interconectadas, no puede darse el lujo de permanecer en la intolerancia que nos suele definir.
Esto último aplica perfectamente a Estados Unidos, una nación que a medida que fue creciendo y adquiriendo poder dejó atrás su humildad, tomando posiciones a menudo controversiales y haciendo las veces de policía del mundo. El resultado de esta actitud estadounidense está a la vista en todas las invasiones y guerras que ha propiciado ese país, en su condición de intocable ante organismos como la ONU y en la doble moral que impera en esa sociedad.
El discurso de Obama, sin ser excesivamente optimista, realmente trae consigo la esperanza de cambios a niveles profundos, haciendo énfasis en que las naciones deben trabajar como amigas. Tras mencionar los grandes y difíciles retos a enfrentar, habló Obama de la necesidad de tomar decisiones que no siempre serán del agrado de todos, de la necesidad de cambiar la forma en que se usan los recursos naturales, de elegir esperanza sobre temor.
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