La situación de tensión se mantiene en América del Sur a raíz de la muerte en territorio ecuatoriano de Raúl Reyes, número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y supuesto contacto para la liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, secuestrada en algún punto de la selva andina desde hace seis años.
Las FARC constituyen un grupo de guerrilla sumanente peligroso, en vigencia desde 1964 y responsable de numerosas muertes, secuestros, extorsiones e inestabilidad en territorio colombiano y otros países de la región. Si bien la agrupación se formó bajo ideologías y condiciones que hace tiempo quedaron atrás (comunismo, guerra fría), hasta el día de hoy Colombia sufre los embates de estos insurgentes, quienes se mantienen en pie de lucha más por intereses económicos que por política.
Diversos análisis sobre el tema y evidencias presentadas a través del tiempo sugieren que las FARC juegan un papel importante en la incidencia del narcotráfico en América, fenómeno que resulta cada vez más difícil de combatir.
Con tan mala reputación, Colombia justifica la violación a territorio ecuatoriano el pasado sábado y la matanza a manos de su ejército de Raúl Reyes, lo que supone un duro golpe para las FARC. Pero puede ser que esta haya sido una mala jugada: además de deteriorar las relaciones diplomáticas con sus vecinos, hay la posibilidad de que las FARC se cierren al proceso de negociación vigente para liberar rehenes y, quien sabe, quizás hasta maten a esas personas que están en su poder.
De momento, las FARC han reaccionado con acciones contradictorias. Anoche liberaron a 4 de seis turistas que habían secuestrado en enero en una playa de Chocó (Colombia), pero al mismo tiempo dinamitaron un tramo del oleoducto Trasandino en el sur del país, en un punto bastante cercano a donde cayó abatido el mano derecha de Marulanda (Tirofijo), jefe supremo de las FARC.
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Además del desastre ecológico que podría derivar de tal acción, esto fue una clara señal de venganza de las FARC.
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