Oficinas. Espacios laborales donde gentes muy distintas suelen convivir por largas horas al día, donde se manifiesta lo mejor y lo peor de la naturaleza humana.
En las oficinas son frecuentes los chismes y los choques personales. ¿Por qué será? Es muy sencillo: todos los problemas derivan de la falta de modales básicos, algo a su vez asociado con la falta de sentido común, el menos común de los sentidos.
Por ejemplo, a nadie hay que decirle que una música muy alta puede llegar a molestar a sus compañeros de trabajo, ¿verdad? O que hablar demasiado por teléfono entorpece las labores porque, a fin de cuentas, a nadie le interesa lo que le pasó a tío Luis cuando decidió sacar al bulldog a pasear. Aparte de eso, el teléfono de la oficina se supone que es para cosas más importantes.
Las probabilidades de chocar en una oficina se multiplican cuando hay una nevera de por medio, algo directamente proporcional al número de personas que coexiste en ese espacio. Son frecuentes las quejas de que alguien se comió lo que no era suyo, que fulano dejó una comida por tanto tiempo que se pudrió o que mengana tiene la mala costumbre de dejar sus trastes sucios dentro de la nevera (horror).
Si esto de la nevera es malo, peor es cuando hay un microondas también (las "cocinas" en los lugares de trabajo son un verdadero espectáculo). El conjunto de olores contrastantes puede llegar a ser nauseabundo. Después de todo, nunca falta un gracioso que, para desgracia de sus compañeros, decide recalentar bacalao, arenque, pescado o cualquier otra comida de olor fuerte y potencialmente desagradable.
Con los microondas hay que tener cuidado: en cierta ocasión a alguien se le ocurrió calentar un huevo cocido por más tiempo del necesario, con la consecuencia de que explotó ahí dentro. Irresponsable al fin, se alejó sigiliosamente de la escena del crimen para que otro fuera el que se llevara la sorpresa y diera la voz de alarma. Historia verídica.
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