Foto: el-bohio.com 52 años después del ajusticiamiento de Trujillo sigue habiendo dos realidades que a simple vista chocan y resultan un tanto contradictorias. Por un lado, el tema de Trujillo, sus hitos, sus excesos y las barbaridades cometidas durante sus 31 años de dictadura siguen fascinando a dominicanos y extranjeros. Por el otro, a pesar de esta realidad palpable, no hay quien hable de poner un museo dedicado al tema sin que le caigan los perros atrás. En algunos círculos mencionar el nombre de Trujillo equivale a una blasfemia. Quienes se oponen a que haya un museo que cuente la historia de la Era, con sus partes buenas y malas, se autodefinen como antitrujillistas, hijos y relacionados de víctimas del régimen o afiliados de alguna forma u otra a quienes ajusticiaron al sátrapa aquel 30 de mayo de 1961. Hay cosas que no se ponen en duda. Que Trujillo cometió excesos y abusó del poder es una realidad bien documentada. Que al mismo tiempo este país empezó
Reflexiones acerca de la existencia humana y de cómo la misma gente puede hacer la diferencia. Contenido original.