Evalúas tu vida y te lamentas de lo que hasta ahora has construido. Deseas que las cosas fueran distintas, pero, ¿por dónde empezar? Haces un recuento de tu entorno, tu educación, tu relación con tus padres y de repente te das cuenta de que el fallo fundamental ocurrió en esa etapa crucial que es la niñez/adolescencia, pero a estas alturas de juego no te luce culpar a nadie más que a ti. Primero porque se supone que como adulto estás en capacidad de tomar decisiones y segundo porque eso de culpar a otros nunca deja buenos resultados. Sin embargo, ahí esta eso, pesando más de la cuenta en tus actos, pensamientos y acciones. ¿Qué hacer? La respuesta es perder el miedo y estar consciente de que es un camino a veces con muchos tropezones, pero si realmente si busca un cambio, hay que emprenderlo. Quizás tome tiempo, pero hay que tener paciencia. Mientras tanto, patalear no es la respuesta.
Reflexiones acerca de la existencia humana y de cómo la misma gente puede hacer la diferencia. Contenido original.