El mundo lleva nueve meses en pandemia, esto contado desde que la plaga llamada COVID-19 fuera declarada como tal por la incompetente OMS, las siglas de la Organización Mundial de la Salud. En estos nueve meses se han puesto de moda las mascarillas, los geles antibacteriales (pese a que COVID-19 es supuestamente un virus), el confinamiento, el toque de queda, el teletrabajo, los encuentros virtuales y los saludos de puños o con el codo. Antes de ese fatídico día en marzo en que la OMS decidió que, por fin, estábamos en una pandemia, el mundo siguió manejándose con la prisa y el desparpajo de siempre. ¿Qué cambió? De entrada, una declaración de pandemia no se queda ahí, sino que se hace acompañar de un conjunto de acciones que, en teoría, está diseñadas para preservar la salud colectiva de la gente y evitar el colapso de los servicios de salud. En la práctica, según hemos visto, las cosas no han salido del todo bien con COVID-19, y si bien se busca casi siempre acusar a la población de
Reflexiones acerca de la existencia humana y de cómo la misma gente puede hacer la diferencia. Contenido original.