Errar es de humanos, y a pesar de tal afirmación muchas son las personas que por arrogancia y soberbia son incapaces de admitir errores y equívocos. Contrario a lo que pudiera pensarse, esta miopía de reconocer errores se da en todas partes: entre niños, en la oficina, en la universidad y hasta en el hogar. ¿Por qué será que algunas personas no quieren ceder? Ni siquiera cuando la prueba de sus errores les da de lleno en la cara se dignan en admitir que hicieron algo mal y pedir las disculpas de lugar. Hay gente que por nada del mundo admite haberse equivocado, y eso, dependiendo de las circunstancias y el lugar, puede ser muy dañino para su persona. Reconocer los errores es de sabios, y lejos de empequeñecer a quien lo hace, lo engrandece. En días pasados recibí las disculpas de una persona que sin proponérselo me hizo un gran daño. Si antes pensaba mal de esa persona, hoy no puedo decir lo mismo: ha sido desagraviado por su gesto, y es algo de lo que estoy muy agradecida. Dicen que e
Reflexiones acerca de la existencia humana y de cómo la misma gente puede hacer la diferencia. Contenido original.