Ban Ki-moon y Tan Shwe (Foto: AFP/Yahoo)
Al parecer la junta militar que gobierna en Birmania (Myanmar) se ha dado cuenta de que no puede lidiar por sí sola con los destrozos que dejó el paso del ciclón Nargis hace unas tres semanas. Con 134 mil víctimas fatales entre muertos y desaparecidos, 2.4 millones de damnificados y daños serios en los arrozales del delta de Irrawaddy, la situación en esta nación asiática es realmente precaria.
Como en toda situación similar, la ayuda internacional no se hizo esperar. Sorprendentemente, la misma fue rechazada por las autoridades birmanas, que mantienen una fuerte dictadura militar desde 1962. Como consecuencia de este régimen tan rígido, poco se conoce de Birmania, salvo su rico legado histórico y las noticias de enfrentamientos con grupos pro-democráticos. Es también el motivo por el que la ayuda internacional fue rechazada de plano.
Sin embargo, los birmanos tendrán acceso a la misma, después de todo. Los medios internacionales hicieron un gran trabajo al mostrar al mundo la situación en Birmania y de paso recalcar la renuencia de las autoridades en recibir ayuda justo cuando la necesitan. Se puso también de relieve el hecho de que la junta militar ocultaba y controlaba la información concerniente al alcance de los daños provocados por Nargis.
Tanta fue la presión internacional, y tan grave el problema entre manos, que la Junta fue cediendo poco a poco, siendo la gran noticia del día que el general Tan Shwe, principal figura de poder en Birmania, accedió tras reunirse con el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, a permitir la entrada al país a todos los trabajadores humanitarios, sin importar la nacionalidad.
Sin duda se trata de un logro de la ONU y un triunfo de la sensatez.
Al parecer la junta militar que gobierna en Birmania (Myanmar) se ha dado cuenta de que no puede lidiar por sí sola con los destrozos que dejó el paso del ciclón Nargis hace unas tres semanas. Con 134 mil víctimas fatales entre muertos y desaparecidos, 2.4 millones de damnificados y daños serios en los arrozales del delta de Irrawaddy, la situación en esta nación asiática es realmente precaria.
Como en toda situación similar, la ayuda internacional no se hizo esperar. Sorprendentemente, la misma fue rechazada por las autoridades birmanas, que mantienen una fuerte dictadura militar desde 1962. Como consecuencia de este régimen tan rígido, poco se conoce de Birmania, salvo su rico legado histórico y las noticias de enfrentamientos con grupos pro-democráticos. Es también el motivo por el que la ayuda internacional fue rechazada de plano.
Sin embargo, los birmanos tendrán acceso a la misma, después de todo. Los medios internacionales hicieron un gran trabajo al mostrar al mundo la situación en Birmania y de paso recalcar la renuencia de las autoridades en recibir ayuda justo cuando la necesitan. Se puso también de relieve el hecho de que la junta militar ocultaba y controlaba la información concerniente al alcance de los daños provocados por Nargis.
Tanta fue la presión internacional, y tan grave el problema entre manos, que la Junta fue cediendo poco a poco, siendo la gran noticia del día que el general Tan Shwe, principal figura de poder en Birmania, accedió tras reunirse con el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, a permitir la entrada al país a todos los trabajadores humanitarios, sin importar la nacionalidad.
Sin duda se trata de un logro de la ONU y un triunfo de la sensatez.
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