Del Metro de Santo Domingo viene hablándose desde la campaña electoral que precedió a las elecciones de 2004. Una vez Leonel Fernández se instaló como presidente resultó obvio que el Metro iba, y así fue. De nada valieron las pataletas de los ilustres choferes de concho, las quejas respecto a la falta de transparencia y las afirmaciones de expertos que advertían de los peligros de tener un metro.
Hoy el Metro es una realidad, y tan eficiente resulta que la clientela de voladoras y carros de concho se ha reducido considerablemente en la ruta que abarca el Metro. Ante la comodidad y eficiencia del Metro, que cuenta con aire acondicionado y una serie de reglas para garantizar el orden en todo momento, a estos choferes del concho, con sus vehículos destartalados y sus mañas, no les ha quedado más remedio que admitir que no tienen con qué competir.
¿Qué tan bueno es el Metro? Al decir de los propios pasajeros, rutas que antes tomaban hasta 2 horas y media ahora se recorren en tan solo 15 minutos, sin bullas, calor ni prisa.
Muy tarde han querido estos choferes bajar sus tarifas y encima mostrar unos modales tan finos que contrastan con el animalaje al que tenían acostumbrados a sus usuarios. Muy tarde han recapacitado, y ahora reclaman al Gobierno porque, a su entender, pueden desaparecer como grupo.
Más de CUATRO AÑOS tenemos oyendo hablar del Metro... ¿ahora es que vienen a darse cuenta de lo que ello representa? Bien lo dice el refrán: "guerra avisada no mata soldado". En todo ese tiempo los choferes que hoy se quejan amargamente pudieron haber buscado alternativas de trabajo o adecuar sus servicios, pero prefirieron boicotear el proyecto y participar en huelgas.
.
Al que le sirva el sombrero que se lo ponga.
¡Qué artículo, caballero! Los choferes hasta último momento hicieron hasta más no poder para boicotiar el Metro, en vez de buscar alternativas de trabajo. Muy fresco está en nuestra mente lo que Hubieres hizo, cuando hizo la huelga sorpresa. Asi que están cosechando lo que sembraron.
ResponderEliminarUn abrazo Rocio.