Cuando aquellos profesores de la Escuela de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) alentaban nuestro empeño en cursar una profesión que hasta entonces era totalmente desconocida, y con todas la precariedades existentes, logramos finalizar un pensum, aunque algunos se retiraron y otros pasaron a otras carreras.
Las autoridades universitarias de entonces no creyeron en el naciente proyecto como para invertir recursos considerables, llegando incluso a rechazar la donación de equipos profesionales provenientes de un país oriental, solo por razones de ideológicas políticas de los gobiernos que nos representaban en esa década de los ochentas.
Las autoridades universitarias de entonces no creyeron en el naciente proyecto como para invertir recursos considerables, llegando incluso a rechazar la donación de equipos profesionales provenientes de un país oriental, solo por razones de ideológicas políticas de los gobiernos que nos representaban en esa década de los ochentas.
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Nunca más volvimos a ver en los talleres de artes de la UASD aquellos camiones cargados de equipos cinematográficos, propiedad de profesores como Claudio Chea y otros que pusieron su empeño para levantar una verdadera escuela de cinematografía en el país que nunca arrancó del todo.
Hoy escuchamos la penosa noticia de que esta escuela posiblemente sea cerrada por falta de estímulo para que vuelvan a llenarse las aulas de futuros directores y realizadores, orgullosos de ser parte importante del auge experimentado por el cine dominicano en estos momentos, dejando a un lado la cuestionable calidad de la gran parte de las recientes producciones .
Hoy escuchamos la penosa noticia de que esta escuela posiblemente sea cerrada por falta de estímulo para que vuelvan a llenarse las aulas de futuros directores y realizadores, orgullosos de ser parte importante del auge experimentado por el cine dominicano en estos momentos, dejando a un lado la cuestionable calidad de la gran parte de las recientes producciones .
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