Calles con profundas grietas, casas con daños considerables y servicios de agua y luz interrumpidos forman parte del panorama en Christchurch y toda la zona de Canterbury. Los daños se han evaluado en cerca de dos mil millones de dólares y se ha declarado a la ciudad en estado de emergencia. ¿La buena noticia? Nadie murió y sólo dos personas resultaron heridas.
Es cierto que en el caso de Nueva Zelanda ayuda el hecho de que se trata de un país donde vive poca gente. Para que se tenga una idea, se estima que hay en Christchurch unos 400 mil habitantes. Sin embargo, las autoridades no lo ven así: ellos achacan su buena fortuna a los estrictos códigos de construcción que hay en vigencia, y también al hecho de que el terremoto ocurrió en horas de la madrugada.
Siendo el caso que en Nueva Zelanda se registran hasta 14 mil temblores de tierra al año, la mayoría de ellos imperceptibles, no es de extrañar que se tomen el tema de las construcciones seguras muy en serio. En julio del año pasado se registró en ese país un terremoto de magnitud 7.8, tan fuerte que la parte sur de esa nación quedó 12 pulgadas más cerca de Australia.
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