¿Quién lo diría? Unos cables de Wikileaks han puesto a Túnez de cabeza, con tiroteos, enfrentamientos, saqueos, decenas de muertos y turistas varados en un verdadero infierno. Los intentos del presidente de la nación africana, Zine El Abidin Ben Ali, por aquietar a la muchedumbre enardecida, fallaron en su totalidad, con la consecuencia de que hoy el gobierno está en proceso de reconstrucción.
¿Qué decían estos cables? Entre otras cosas se daba cuenta del extravagante estilo de vida de la familia presidencial, que tenía una serie de propiedades y negocios muy opulentos. La primera dama tunecina, por ejemplo, es comparada a Imelda Marcos por su amor por las riquezas. La hija, por otro lado, lleva el estilo de vida de una princesa de cuentos de hadas, con castillo en Disney incluido, pues allí, en el que está ubicado en Francia, es donde se encuentra refugiada actualmente.
De nada le sirvió a Ben Ali prometer un cambio, respetar las leyes que dicen que nadie sobre 75 años puede postularse a la presidencia (él tiene 74 años, de esos lleva 23 en el poder) y pedir perdón por los abusos cometidos contra el pueblo y por la corrupción. El pueblo se hartó y el hombre tuvo que salir huyendo. Inetentó asilarse en Francia, pero no se lo permitieron, por lo que tuvo que seguir hasta Arabia Saudita, camino que tomó la primera dama, pero no sin antes llevarse 1.5 toneladas de oro valoradas en 45 millones de euros.
¿Por qué será que este tipo de historia se repite cada cierto tiempo en diferentes partes del mundo? ¿Será que estos personajes no se imaginan que el pueblo se cansa de tanto abuso? Lo de Túnez encierra una lección muy valiosa, pero de seguro que la misma pasará desapercibida, al menos por el momento.
Comentarios
Publicar un comentario
Este blog no acepta vulgaridades. Modérese antes de comentar.