7:30 de la noche de un sábado lluvioso. Haciendo una diligencia, momentáneamente dejé olvidada la sombrilla con la que andaba. Al darme cuenta de mi omisión, regresé rápidamente a donde había estado. Si bien habían pasado apenas 2 minutos entre un evento y otro, para mi decepción ya no estaba la sombrilla.
Personal del lugar me dijo que probablemente la misma fue recolectada por la conserje, que andaba haciendo las rondas de lugar (yo me percaté de su presencia antes de irme), pero solo había un problema: ésta no aparecía por parte. Después de 10 minutos de averiguaciones y búsqueda infructuosa, me vi en la obligación de irme, pues me estaban esperando y ya la diligencia había concluido.
Es increíble como las cosas encuentran dueño tan fácilmente. Estamos hablando de que se apartó la vista de una sombrilla por 2 minutos, y ya ni rastro de ella había. Por ser tan grande, descarté a las demás personas que estaban en ese establecimiento, pues simplemente no había forma de esconderla.
Aún cuando se trata de una simple sombrilla, no deja de molestar el que alguien haya cargado con ella, sin pensar en que el dueño iba a regresar pronto a recuperarla. La suerte es que ya no estaba lloviendo al momento de irme.
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