Por segunda vez en poco más de un año, Venezuela ha roto relaciones con Colombia, y en esta ocasión el detonante ha sido una acusación directa de Alvaro Uribe hacia su homólogo Chávez en el sentido de que su gobierno ha suministrado armas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
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El historial de conflictos entre Chávez y Uribe es bastante largo, con frecuentes choques por el papel protagónico que tuvo el mandatario venezolano en las negociaciones con las FARC que eventualmente resultaron en la liberación de dos rehenes de alto nivel, las políticias colombianas Clara Rojas y Consuelo González, en enero de 2008. Tres meses después, cuando tropas colombianas dieron muerte al número dos de las FARC en territorio ecuatoriano, fue que se armó el lío gordo en la región andina.
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Lo que empezó como un reclamo justo de Ecuador hacia Colombia rápidamente devino en un conflicto de grandes proporciones, donde los presidentes de Venezuela y Nicaragua rápidamente rompieron relaciones con Colombia en una muestra de apoyo a Ecuador. Las acciones de Colombia fueron igualmente repudiadas por Argentina, Chile y otros países de la región. El conflicto fue eventualmente superado en Santo Domingo, con la mediación del presidente Leonel Fernández, en el marco de la Cumbre del Grupo de Río que tuvo lugar aquí.
A pesar de este triunfo de la diplomacia en Santo Domingo, las relaciones entre esos tres países nunca se recuperó del todo, y la muestra es el conflicto que hoy protagonizan. Uribe no se limitó a acusar a Chávez de proporcionar armas a las FARC, sino que además acusó a Ecuador de mantener relaciones con ese grupo guerrillero.
Tanto Chávez como Correa (Ecuador) consideran la movia de Uribe como una treta para desviar la atención de los acuerdos a los que llegó recientemente con Estados Unidos, que tendrá una mayor presencia militar en Colombia. En nada ayuda el hecho de que estos dos gobiernos son de izquierda, una ideología que ha tomado mucho auge en América Latina y que no va con los intereses de Estados Unidos, algo que quedó muy claro en el último mandato de George W. Bush.
Aún cuando Estados Unidos estrenó en enero un presidente que hasta ahora ha tratado de hacer las cosas de una manera diferente, queda la idea -no confirmada- de que ese país tuvo participación directa en el golpe de estado a Zelaya en Honduras y que su no intervención en el caso ha impedido el retorno del legítimo presidente.
Sólo el tiempo dirá la verdad detrás de todo esto.
Foto: incognito.com
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