"Haití haciéndose el importante" es la primera reacción al leerse la noticia de que el gobierno de ese país rechazó la ayuda ofrecida por República Dominicana tras el derrumbe de un colegio la semana pasada en Petionville, incidente que dejó más de 80 muertos.
Es absurdo que un país como Haití, donde falta de todo, menos militares, se de el lujo de rechazar una ayuda, venga de donde venga. Aún cuando no se tenga respuesta oficial por parte de las autoridades haitianas, se presume que la posición asumida obedece a los incidentes entre dominicanos y haitianos que tuvieron lugar hace unas semanas en Guayubín y Neiba.
Sea lo que sea, no es la primera vez que Haití pone de manifiesto su orgullo lastimado. Pasó hace unos meses con la ayuda enviada para paliar la situación tras el paso de los huracanes Hannah, Ike y Gustav. Antes de eso, tenemos como antecedente la prohibición que mantuvo a Haití a la entrada de pollos y huevos dominicanos por el asunto de la gripe aviar, a pesar de que se había certificado que estaba controlada.
Aún cuando las autoridades dominicanas suelen hacerse de la vista gorda ante los cientos de haitianos ilegales que pululan por las calles pidiendo, los hospitales atienden gratuitamente a las parturientas que cruzan la frontera y en general nadie hace nada por parar la inmigración ilegal, los haitianos insisten en pintar a la RD como la fuente de sus males. Persiste entre ellos la idea de que la isla es una e indivisible, y a tal efecto tienen programas de radio y hasta de televisión.
Mientras toda la comunidad internacional defiende a los haitianos, ¿quién nos defiende? El rechazo de estas ayudas tan solo sirve para avivar un debate internacional en el que RD lleva todas las de perder.
Foto: El País. Socorriendo a los heridos en el derrumbe
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