Foto: Actualidad con Johanna
Manejar por las calles de Santo Domingo es sin duda alguna una de las actividades más estresantes que pueda haber. Tapones kilométricos provocados por la ineptitud de los agentes de la Autoridad Metropolitana del Transporte se unen a la caterva de chatarras ambulantes y de semáforos inservibles para hacer de la ciudad capital un verdadero caos.
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A esto hay que añadir los hoyos, la basura, falta de iluminación, falta de señalización y, por supuesto, la imprudencia de la gente. Hasta hace unos años la imprudencia se refería más bien a manejo temerario: cruces intrépidos por intersecciones, violación de la luz roja, rebases temerarios y los famosos "cortes pastelito" que suelen dar los motoconchistas. Ahora la cosa va más lejos e incluye toda clase de atropellos a la Ley 241, esa que dizque regula el tránsito.
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Como está generalizada la idea de que todo está permitido en este país de las maravillas, y que no habrá consecuencia alguna, la gente está muy de su cuenta y actuando desaforadamente. Gente que se para en seco en medio de una avenida. Gente que hace giros desde el carril del medio, sin previo aviso. Y la peor, gente que toma avenidas en vía contraria y encima de ello se molesta cuando los que van adecuadamente por la vía le tocan bocina.
Los tapones que se han visto por este comportamiento desafiante, donde se impone la ley del más bravucón, son una cosa de antología. La cosa ha llegado tan lejos que ahora le ha cogido a la gente con estacionarse en la misma esquina para doblar, un tremendo peligro en más de un sentido. Si de casualidad hay gente dentro del vehículo en cuestión y se toca bocina, olvídese, que el chofer ni se inmutará. Solo en el caso de que se insista con la bocina habrá una reacción, generalmente acompañada de algún improperio o gesto vulgar.
A lo que hemos llegado, todo por la falta de interés en aplicar las leyes.
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