En varias ocasiones me he referido al tema del uso correcto de los baños en este blog, pues lo cierto es que cuando estamos fuera de nuestras casas -ya sea en el lugar de trabajo, el centro de estudios o en establecimientos comerciales- nos encontramos con muchas sorpresas desagradables en ese aspecto.
Es común ir a un baño público y encontrarse con un mojadero en el piso, el espejo salpicado, el inodoro sin descargar (que asco), un desorden de papel y olores nada agradables. Se pudiera achacar todo eso a la ineficiencia del personal de limpieza asignado a los baños, pero la realidad es otra: los mismos usuarios son el problema la mayoría de las veces. Hay sitios donde no vale que hayan letreros exhortando a descargar el inodoro y mantener el orden, pues la gente simplemente hace caso omiso.
Se dan casos también de gente que usa el baño con otros fines que no son propios de la naturaleza del lugar. Por ejemplo, a veces el baño se convierte en punto de tertulia de mujeres (no se si ocurre entre hombres también) que parecen ser inmunes a lo que allí pasa. He visto mujeres que entran a los baños a ofrecer mercancía y que momentáneamente convierten el lugar en pasarela para sus clientes... hasta que llega una usuaria que está ajena a todo eso y se lleva esa sorpresa.
De todas las cosas raras que he visto en baños públicos, la de ayer se lleva el premio. En Blue Mall, en uno de los baños de damas del primer piso, fui testigo de algo insólito: un muchacho que acompañaba a dos jóvenes, no se sabe haciendo qué. Al ver que llegó gente, el muchacho tan solo atinó a decir "ya me voy", y acto seguido salió. Al poco rato de esta escena recordé un dato curioso: en un principio los baños de Acrópolis tenían puertas a la entrada, pero las mismas fueron removidas luego de que se denunciaran varios incidentes que implicaban parejas.
Definitivamente, la gente da para todo.
Comentarios
Publicar un comentario
Este blog no acepta vulgaridades. Modérese antes de comentar.