Imagen: Cafe Press (traducción: no contratamos malos empleados, los creamos)
Es increible como hay establecimientos que no entrenan a su personal para mantener siempre una actitud profesional ante sus clientes. Me refiero aquí a meseros que no tienen la menor idea de las cosas que allí se preparan, dependientes de tienda que no ocultan su disgusto de trabajar allí, representantes de servicio al cliente que tienen cara de pocos amigos, sobre todo cuando se acerca la hora de salida.
Es cierto que la mayoría de las veces estas personas reciben un sueldo insignificante y que tienden a ser explotadas por sus empladores. Sin embargo, el cliente no es quien debe pagar las consecuencias, porque se supone que no tiene que ver con eso. En algunos casos se conjugan las malas condiciones de trabajo con falta de supervisión o reglas claras. Eso explica por qué en algunos lugares los clientes reciben malos tratos y hasta boches de parte de un personal que está harto y posiblemente mal entrenado.
Qué desagradable es estar en la sala de espera de una clínica y escuchar que a una persona despachar instrucciones a otra que sale de un cuarto preguntando "¿quién se murió?" en tono sarcástico. Refleja falta de ética y sentido común que en la emergencia de una clínica se pregunte a un paciente donde trabaja y que al responder le digan con ironía ¡ah, usted no trabaja! porque mencionó una entidad del Estado. Igualmente resulta desagradable ser testigo de pleitos personales entre empleados que no reparan en la presencia de sus clientes para acusarse mutuamente de faltas en el trabajo.
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