En algún momento de nuestras vidas todos nos vemos necesitados de asistencia médica, ya sea por una emergencia o de manera programada. Independientemente de las circunstancias en que se vaya al médico, una cosa es segura: sale bastante costoso. Entre consultas, estudios y medicinas, fácilmente se van varios miles de pesos, y esto muchas veces en cuestión de horas. Si de casualidad la cosa se complica y se requiere de internamiento o de algún procedimiento específico, esos costos iniciales como mínimo se triplican (en realidad, depende del caso).
Se dice que estar en salud no tiene precio, pero una vez se pierde, recuperarla tiene un costo que la mayoría de las veces es muy alto. Es por este motivo que existen los seguros médicos, los cuales están supuestos a cubrir una parte de esos costos. El problema con los seguros es que no son aceptados en todas partes y el porcentaje que cubren de habitación, consulta, estudios y demás depende de varios factores que el asegurado por lo general desconoce.
Todo aquel que paga su dinero por un seguro médico de calidad espera que el mismo le responda cuando las circunstancias lo ameriten, pero a veces surgen sorpresas no muy agradables. Por ejemplo, es una práctica común que las aseguradoras limiten la edad de sus afiliados a 65 años, algo que en sí constituye una paradoja, pues lo más común es que se requiera de mayor asistencia médica a medida que se tiene más edad. Otra cosa que hacen los seguros es aumentar la prima conforme se usan sus servicios, de la misma forma que aumenta la prima de un seguro de carro con cada choque o reclamación.
Cualquier cosa que implique salud y médicos sale cara, y a veces saca a relucir el lado más inhumano de la vida. Se han dado casos de clínicas que se niegan a atender pacientes que no están asegurados, mientras que en otros casos le dan un ultimatum: si no hay dinero, no hay asistencia médica. Asimismo, se han dado casos de aseguradoras que sacan a sus afiliados cuando estos usan el seguro con demasiada frecuencia, y en otros casos simplemente aumentan la prima, a veces de manera desproporcionada, porque lo tratan como un riesgo.
En fin, la salud es un negocio como cualquier otro.
Se dice que estar en salud no tiene precio, pero una vez se pierde, recuperarla tiene un costo que la mayoría de las veces es muy alto. Es por este motivo que existen los seguros médicos, los cuales están supuestos a cubrir una parte de esos costos. El problema con los seguros es que no son aceptados en todas partes y el porcentaje que cubren de habitación, consulta, estudios y demás depende de varios factores que el asegurado por lo general desconoce.
Todo aquel que paga su dinero por un seguro médico de calidad espera que el mismo le responda cuando las circunstancias lo ameriten, pero a veces surgen sorpresas no muy agradables. Por ejemplo, es una práctica común que las aseguradoras limiten la edad de sus afiliados a 65 años, algo que en sí constituye una paradoja, pues lo más común es que se requiera de mayor asistencia médica a medida que se tiene más edad. Otra cosa que hacen los seguros es aumentar la prima conforme se usan sus servicios, de la misma forma que aumenta la prima de un seguro de carro con cada choque o reclamación.
Cualquier cosa que implique salud y médicos sale cara, y a veces saca a relucir el lado más inhumano de la vida. Se han dado casos de clínicas que se niegan a atender pacientes que no están asegurados, mientras que en otros casos le dan un ultimatum: si no hay dinero, no hay asistencia médica. Asimismo, se han dado casos de aseguradoras que sacan a sus afiliados cuando estos usan el seguro con demasiada frecuencia, y en otros casos simplemente aumentan la prima, a veces de manera desproporcionada, porque lo tratan como un riesgo.
En fin, la salud es un negocio como cualquier otro.
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