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Ego. Todos tenemos nuestro ego, pues, tal como dijera Sigmund Freud hace tiempo, se trata de una parte importante de la identidad de cada individuo.
En términos prácticos, el ego es lo que hace que la gente se proponga metas, que supere obstáculos y logre lo que a veces parece imposible. También este asunto del ego es el responsable de tanta mediocridad, prepotencia, orgullo y hasta discriminación.
Resulta evidente que el ego es algo que se puede cultivar, y de ahí es que se desprenden conceptos como baja autoestima, donde la persona se valora de manera negativa, restándose valor, con la consecuencia de que casi todo en su vida gira en torno a eso. Así como hay baja autoestima la hay alta, en ocasiones demasiado alta, y eso también es malo.
Usualmente la gente con el ego demasiado alto hace cosas que tienden a irritar a personas que no comparten esa condición. Una forma que tiene el ego de manifestarse es con poca o nula humildad. Si bien es cierto que no hay que tirarse a muerto, no es menos cierto que caen bastante mal aquellas personas que se dan bombo ellos mismos, a veces sin tener los méritos de lugar.
Qué mal cae una persona que públicamente se autodeclara muy bueno en su área. Siempre he pensando que lo ideal es dejar que el trabajo hable por nosotros, sea en una oficina o como figura pública. Eso de estarse definiendo como un experto a veces refleja subdesarrollo y hambre de fama, sobre todo cuando las bases son poco menos que sólidas.
Hay gente que sabe mercadearse bien y que siendo ineptos logran un nivel de fama y reconocimiento que en realidad no merecen. Se trata de un asunto de percepción y estrategia que sobre todo funciona cuando el público meta es ignorante en la materia, permitiendo así que estas figuras se sobredimensionen y perduren a través del tiempo. Para que el grueso de la gente se percate del engaño tienen que pasar cosas muy grandes, hasta cierto punto absurdas, donde finalmente queden al descubierto algunas realidades.
Todos en algún momento hemos sido víctimas de personas con el ego demasiado alto, y es probable que en algún momento de nuestras vidas hayamos cometido el mismo error. Las cosas funcionarían mejor si la gente se decidiera a ser humilde y decente. Lamentablemente en una sociedad donde imperan el allante, el bulto y la prepotencia según cargos y posiciones estas cosas son más la excepción que la regla.
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