Voy a insistir con este tema, a propósito de algo que leí en el periódico Hoy esta mañana relativo a cómo se ha generado mucha basura durante esta navidad: parte de la culpa, sin duda, la tienen esas canastas y baúles que se reciben de regalo.
Es increíble la cantidad de papeles, cartones, periódicos viejos, plásticos, foam y demás cosas con que se rellenan esas canastas y baúles para proveer altura a sus elementos. Y, claro está, todo eso forrado con papel transparente, ya sea duro o flexible.
Entonces, una persona X recibe una de esas cosas, inceiblemente pesadas, por demás, y cuando ya ha terminado de ver y guardar y/o repartir lo que trajo, tiene que ponerse a botar todos esos disparates que le pusieron de base para fines de allante.
¿Por qué no hacer las cosas con más criterio y discreción? En vez de hacer esa clase de arreglos para fines de exhibición sería más cómodo, liviano y hasta barato enviar esas canastas y baúles cerrados, sin ningún afán de estarle mostrando al resto de la ciudad lo que contienen. Desafortunadamente vivimos en la era del exhibicionismo y las apariencias, y por tanto sé muy bien que esta idea no va para parte. Quienes se dedican a preparar canastas y baúles debería observar cómo se manejan las tiendas de vino, cuyos arreglos suelen ser mucho más elegantes y discretos.
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