Foto: Alamy/Daily Mail
En cumpleaños, graduaciones, reuniones familares, salidas casuales, vacaciones, y hasta en el trabajo. La gente no pierde oportunidad de tomarse una foto y, de paso, publicarla en Facebook, Twitter y demás sitios sociales. En esas fotos se etiqueta gente, se identifican lugares, se hacen comentarios y a veces se comparten compulsivamente por otras vías.
Siendo el caso que Facebook está repleto de fotos de todo tipo, que la gente vive tomándose fotos ellos mismos con sus teléfonos, que se comparten fotos a través de chateos integrados y mensajería tradicional de texto, cualquiera pensaría que eso de tomarse fotos es algo que le agrada a todo el mundo. Como suele ocurrir, hay excepciones a esta regla, y esas excepciones pudieran ser más comunes de la cuenta.
En lo particular, no me gusta que me tomen fotos, ni siquiera para documentos. Mucho menos me gusta que me etiqueten en Facebook. No se trata de un afán desmedido por privacidad ni de comportamiento "anti-chévere", como dicen algunos. No. Simplemente me resulta una experiencia tortuosa tomarme una foto y luego mirarla, pues casi siempre pasa algo: no se parece a mi el resultado final, o al menos eso es lo que dice mi cerebro.
Pensaba que estaba sola en esa liga, que era una excepción muy rara en un mar de gente que se desvive por tomarse fotos que luego se publican en cualquier lugar. Pero no es así. Justo ayer estuve leyendo acerca de un estudio realizado en Inglaterra que llegó a la conclusión de que el 52 por ciento de las mujeres que participaron se sentían de esa manera respecto a sus fotos. ¿La queja principal? que no les gusta su sonrisa. Pero además se quejaron acerca de sus dientes, líneas de expresión y arrugas.
El fenómeno no es nuevo, y de hecho se ha estudiado antes. Más que los numeritos que indican inconformidad con las fotos, vale preguntarse qué es lo que hay detrás del fenómeno. Para Linda Papadopoulos, una psicóloga que ha trabajado en programas de realities, el asunto radica en la importancia que se le da al aspecto físico como elemento de valor. Asimismo, dice que la gente tiende a compararse no con sus vecinos o familiares, sino con las imágenes súper procesadas (léase, Photoshop) que aparecen en revistas y websites.
La cosa va aún más lejos. El mero hecho de no querer tomarse una foto hace que la persona adopte poses que reflejan ese estado de ánimo y que se traducen en una foto poco atractiva. Asimismo, hay una lucha interna respecto del aspecto ideal que se desea proyectar y aquel que se proyecta en la vida real. Cuando una foto se acerca a ese ideal, por lo general resulta del agrado de la persona que se la tomó.
Hay que recordar que una foto es una foto, una captura de un momento específico donde la expresión quizás no era la más favorable o el ambiente no resultaba muy cómodo por la razón que fuera, y esas cosas inevitablemente quedan reflejadas en una foto. La buena noticia es que no necesariamente es una representación certera de la vida real. ¿Qué recomiendan los fotógrafos para lograr una buena foto? Relajarse.
engabeta esa aversion pictorica porke eres bastante fotogenica.....
ResponderEliminarJajaaja, sí, estoy conciente de que mi percepción no se corresponde con la realidad, por eso me animé a escribir este post. Gracias y saludos.
ResponderEliminar