Imagen: Deviant Art (lambo311)
De vez en cuando, todos perdemos la perspectiva: cuando insistimos en pelearnos por estupideces, cuando nos ofendemos porque nos han dicho una verdad (aunque no queramos admitirla), cuando aguantamos humillaciones porque es más cómodo que enfrentar la realidad (a corto plazo, al menos) y cuando nos dejamos usar repetidas veces.
Este asunto de la perspectiva se da a todos los niveles: en política, estudios superiores, negocios y en el día a día. La mayoría de las veces se trata de problemas buscados por ignorancia, por querer saber más de la cuenta, por terquedad y por falta de visión.
Gerentes que no se ajustan al cargo, políticos que insisten en mentir, figuras públicas que se creen con licencia para todo, mentalidad anticuada en empresas, tacañería administrativa. Todos son ejemplos de una perspectiva que se fue perdiendo en el horizonte. En estos casos las cosas siguen marchando igual hasta que pasa algo que pone en entredicho la credibilidad de la figura o cuando peligra la posición de un negocio. A menudo, cuando se vienen a tomar medidas, es tarde ya.
A nivel personal pasa la misma cosa. Abundan las historias de familias divididas que no se hablan por cosas que cualquiera de fuera percibe como disparates. Asimismo, se dan casos de hombres y mujeres atrapados en relaciones poco menos que ideales, aguantando abusos de toda clase, humillaciones y malos ratos, muchas veces sin motivos reales que justifiquen esas cosas. Diferencias por religión, cultura, educación y formación suelen estar en el centro de esas situaciones, donde por lo demás se ha perdido la perspectiva por igual.
Estar atrapado en esas situaciones dificulta bastante ver las cosas con claridad, y es por eso que se dan con tanta frecuencia y perduran tanto. Por desgracia ninguno de nosotros está equipado con una bola de cristal para ver acontecimientos a futuro ni llega a conocer del todo a quienes nos rodean, con el agravante de que a veces no queremos ver las cosas que están ahí, frente a nuestros ojos, ni queremos escuchar a otros que tratan de advertirnos sobre eso que no estamos viendo. En definitiva, algo muy complejo.
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