Hay algo intangible acerca de las situaciones incómodas que hace perder los estribos con facilidad. He visto celebraciones terminar en reyerta por causa de un mal servicio, enemistades forjadas en base a relajos tontos o chismes que se han salido de las manos, y gente que toma decisiones drásticas ante burlas o acusaciones injustificadas.
Si la gente tomara conciencia de sus acciones es probable que el número de malos ratos, accidentes e incidentes disminuya considerablemente. Por desgracia, la mayoría de la gente es sumamente egoísta y lo último que tiene en mente es al prójimo. De ahí que sea una práctica común el cogerse los parqueos, robar en casas y negocios, asaltar gente en plena calle o simplemente violar las más elementales reglas de convivencia. Estas situaciones se agravan por la falta de controles y castigos efectivos, algo que es cada vez más común alrededor del mundo.
El que sale con la mentalidad de robar y/o matar realmente no está pensando en las consecuencias de sus acciones, sólo piensa en el botín con que se va a alzar y lo que hará con eso. Igualmente, quien se coge el parqueo ajeno no piensa en los inconvenientes que podría causar al dueño legítimo de ese espacio, aquel que se vuela el semáforo en rojo tan solo piensa que así llega más rápido a su destino, y el comerciante que deliberadamente engaña a sus clientes no ve más allá de ese momento. Es cuando pasan cosas graves, como un accidente o una demanda, que esas personas reflexionan y hasta desearían ir atrás en el tiempo, pero ya es muy tarde.
Me parece increíble que a estas alturas de juego la gente no haya aprendido que cada acción tiene una consecuencia.
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