Una y otra vez ha quedado demostrado que la gente sólo respeta las leyes y el derecho ajeno cuando se aplica fuerza, y si bien la idea puede sonar retrógrada y anticuada, la evidencia se encarga de demostrar su validez.
Quienes leen este blog habrán observado que con frecuencia hablo de gente que no respeta parqueos ajenos y que en general tiene una falta de consideración terrible hacia el prójimo. No es ninguna coincidencia que este sea un tema recurrente, pues lo cierto es que prácticamente todos los días alguien me coge el parqueo donde yo trabajo, con todo y que para entrar allí se necesita un pase debidamente codificado.
Si el sitio es "cerrado" y además cuenta con vigilancia, ¿cómo es que se cogen los parqueos? En parte por la cultura laissez-faire, la falta de autoridad y la propia naturaleza humana, que cuando se le da entera libertad tiende a abusar de la misma. Pero más que eso, la situación se da porque no se aplican castigos a los infractores. De seguro que cuando pongan una multa o tranquen a par de esos abusadores se acaba el relajo, porque, lamentablemente, así es que funciona la mente humana: condicionada, como en los experimentos de Pavlov, a reaccionar según los estímulos.
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