Foto: Oriente Informativo
Cuando no es que los semáforos están apagados por falta de luz o porque se quemó el mecanismo, entonces es que están dislocados y con nula sincronización.
Es bastante malo llegar a una intersección y encontrarse con el semaforo intermitente en amarillo -que es casi lo mismo a si estuviera apagado-, pero peor es cuando el semáforo parece arbolito, con dos y hasta tres colores al mismo tiempo.
En varios puntos de la ciudad, como en la Pedro Henríquez Ureña con Rosa Duarte y la Pastoriza con Churchill, lo normal es toparse con semáforos que pasan de rojo a amarillo y verde simultáneamente, con la consecuencia de que no hay aviso para cuando está a punto de cambiar a rojo nuevamente. Hay otros semáforos que muestran luz verde pero que al pasar a rojo quedan apagados, y viceversa.
No se entiende por qué en una ciudad como Santo Domingo, Capital Primada de América, no se puede enderezar el desastre en que se han convertido los semáforos, más aún cuando se sabe que el 90% de los conductores anda sin cuidado, llevándose todo por delante.
Quizás sea mejor que eliminen todos esos semáforos, incluyendo aquellos que han sido destruidos por patanas (hay varios semáforos rotos, como ese de la César Nicolás Penson con Máximo Gómez), y dejen a la gente defenderse por si sola, como ocurre en la actualidad. A la larga esta decisión implicará menos gastos en energía eléctrica y mantenimiento. Y si cree que no funcionaría dejar a la gente a su libre albedrío, nada más hay que ver que hasta ahora nadie ha sido víctima de algún accidente fatal en la intersección Tiradentes - 27 de Febrero, uno de los cruces más peligrosos que he visto, sobre todo de noche, porque ni luces tiene.
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