Ya empezaron con sus achaques y enfermedades los condenados del caso Baninter, cuyas sentencias fueron ratificadas esta semana por la Suprema Corte de Justicia. De los cuatro implicados, solo Ramón Báez Figueroa, la figura principal, parece haber tomado las cosas con entereza.
Desde antes de ratificarse la sentencia, Vivian Lubrano de Castillo daba señales de nerviosismo, lo que aparentemente culminó en "trastornos psiquiátricos", como declarara ayer su hija Katerine. Quizás la condición de salud de la señora Lubrano, quien está recluida en el Centro de Medicina Avanzada Abel González, sea real. Aún así, muchos lo ven como puro cuento, una forma de evadir los 5 años de prisión que le fueron imputados.
Luis Alvarez Renta es otro que ha apelado, aunque en forma indirecta, a su supuesto estado delicado de salud. Al respecto, dijo ayer que en cualquier país civilizado se le ordenaría arresto domiciliario por su condición, pero que por ser este un país que no se conmueve con nada, no lo iba a reclamar.
Son muy interesantes las posturas de Lubrano y Alvarez Renta. Una habla de falta de piedad hacia su persona, el otro dice que nadie se conmueve por nada en República Dominicana. Y ellos, ¿sintieron piedad o se conmovieron mientras hacían las fechorías que al final dejaron un agujero de 55 mil millones de pesos a la economía dominicana, llevándose a pique la estabilidad del peso y dejando al país en ruinas?
Ya era hora de que la justicia diera el ejemplo, aún sea parcial, con personas que tradicionalmente se consideran intocables.
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