Así se titulaba la sección "Espejo de Papel" de la edición impresa del Diario Libre el pasado viernes. En ella comentaba Homero Figueroa, quien junto a Zaida Lovatón está cada mañana al frente de Diario Libre A.M., que si los salarios en este país son bajos no es por la voracidad empresarial, sino por la abundancia de mano de obra poco calificada.
En base a mi experiencia personal de trabajo en el sector privado, difiero de estas ideas. Egresada de PUCMM con una licenciatura en Administración de Empresas (Summa Cum Laude, por demás) y habiendo cursado un postgrado en Finanzas Corporativas, ciertamente me considero mano de obra calificada. Añada a esto vastos conocimientos del idioma inglés y manejo de computadoras y sus programas.
A pesar de estas cualidades, nunca se me ofreció un salario adecuado dentro del sector privado, donde, dicho sea de paso, tampoco fue fácil conseguir empleo. Primero estaba la cuestión de la edad y la consecuente falta de experiencia. Cada vez que aplicaba para un empleo, era lo mismo: mínimo 5 años de experiencia, lo que me hacía cuestionar cómo estaba supuesta yo a adquirir experiencia si no me daban la oportunidad.
Una vez conseguí empleo, el salario dejaba mucho que desear. ¿Qué tan malo era? Tómese lo siguiente en consideración: en el año 2004, cuando el dólar rondaba el 50 x 1, entré a laborar al banco Altas Cumbres, donde me pagaban la fabulosa suma de 12 mil pesos, esto en virtud de que ese había sido mi último salario (en el año 2002, cuando el dólar aún estaba estable). A todo esto, mi compañera de labores devengaba 35 mil al mes, y el jefe ganaba en dólares.
¿Qué les parece? ¿Se trata o no de "voracidad empresarial"? Un vistazo a los salarios que ofrecen los bancos a cajeros y personal de la gerencia media revela una escala de salarios poco realista. Es más, revise las ofertas de empleo que salen a diario en los periódicos, y se topará con que todas las empresas, sin importar el ramo, son muy exigentes en sus requisitos, pero el salario que ofrecen no lo justifica.
Esa es la realidad dominicana. No creo que el problema se solucione con una sobreoferta de empleos, como dice Figueroa, más bien ajustando las cosas a la realidad. El empleado privado dominicano vive explotado y mal pagado, y eso es independientemente de cuántos títulos tenga en su haber.
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