Ningún Estado desea cargar con el peso de un crimen en que no es posible reparar el daño en el seno de una familia que ha sido tocada por la mano inescrupulosa de policías que actúan con extremado apego al lema de ley y orden público, poniendo en tela de juicio la imagen de sus mas altos incumbentes y, consecuentemente, la falta de credibilidad por parte de la población.
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Casos como el de Navarrete, en el que perdió la vida un joven de 21 años a manos de agentes que actúan al margen de la ley, nos hace pensar que debemos exigirles a los gobiernos una verdadera reforma policial que haga posible la convivencia entre ciudadanos y policías. Una policía integral, con valores éticos y morales apegados a nuestras leyes y costumbres.
Soy de opinión que los agentes formados para establecer el orden público deben ser egresados de la escuela superior de cadetes de cada una de las instituciones castrenses del país y de seguro que bajaran los niveles de corrupción y criminalidad dentro y fuera de las filas de dichas instituciones. La sociedad de hoy esta llamada a luchar por mejores condiciones de vida para todos, y los miembros de los cuerpos armados no están exentos de esto, es el Estado quien debe proporcionar tales condiciones.
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