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Fama, dinero, reconocimiento, utilidades, reputación, buena posición social. Estas son algunas de las metas que la mayoría de los profesionales tienen. Hay quienes se meten a una carrera con la intención de hacerse de un dinero, sin importale lo que haya en el medio. Otros quieren destacarse y otros tantos desean contribuir de manera desinteresada. Sin temor a equivocarme, estos últimos conforman una minoría cada vez más reducida.
Cierto es que la vida está muy cara, que hay que buscar dinero para pagar luz, agua, teléfono, comida y gasolina, en caso de que se tenga un vehículo. Cualquier pieza de ropa de calidad regular cuesta mil pesos, una computadora sin monitor cuesta 30 mil pesos, cualquier vehículo sobrepasa el medio millón de pesos. Esa es la realidad de estos tiempos, por tanto se entiende y se justifica que la gente desee sacarle algún provecho monetario a sus conocimientos y habilidades. Aún así, debe haber límites éticos que cada persona se imponga.
Todo este comentario viene por gente que no tiene conocimientos reales pero que tiene una increíble habilidad para mercadearse y crearse una base de seguidores fieles. Es el caso de predicadores, televangelistas, sanadores y demás personas que tienen "poderes" de dudosa reputación. En un plano más normal y cotidiano, hay gente que se etiqueta a sí misma como "experta" y que en base a esa supuesta experiencia también sonsaca dinero, tiempo y otros recursos a gente incauta que no se da cuenta del engaño.
Se trata de personas que rutinariamente ofrecen cursos que no pasan de ser un engaño bien orquestrado, que se ofrecen a dar charlas aburridas e imprecisas y que tienen el descaro de ponerse a opinar sobre temas de interés nacional y de atribuirse buenos resultados que en realidad nada tienen que ver con sus figuras o la labor que dicen hacer.
El colmo de esa gente es que se pone a hablar de temas de peso bajo un manto de que quieren lo mejor para la industria a la que sirven y para los consumidores de la misma, y en su afán por ganar aún más notoriedad asumen posiciones parcializadas que van en detrimento de los supuestos objetivos que tenían en principio.
Por regla general no confío en profesionales que inician movimientos en apoyo a tal o cual candidato, porque me resulta evidente que cualquier cosa que digan estará motivada por intereses parcializados que no necesariamente responden a los intereses de la nación o de la industria en su conjunto. Cuando una persona realmente desea contribuir a mejorar una situación debe ofrecer sus ideas de manera neutra, sin asumir posiciones de manera tan evidente.
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