La complejidad humana

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Según se mire, la vida puede ser una oportunidad, un milagro o algo muy complicado. Todos tenemos momentos de felicidad, tristeza, incertidumbre, oportunidad y desánimo. Quizás lo que haga la diferencia es cómo se enfrenten esos momentos, y cómo se le busca la vuelta a los que son menos agradables.
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Hay gente que cuando las cosas le salen bien no disfruta el momento, sino que se pone a pensar en que esa felicidad durará poco, llegando a veces a hacer una crisis en base a cosas que no han pasado. También hay gente que es lo contrario, que aún enfrentando adversidades de cada clase mantiene la esperanza de las que cosas pronto mejorarán y que la dificultad presente puede ser superada.

La idea aquí no es mantener un optimismo desbordante que nuble la razón, como se ha llegado a proponer en algún momento, pues si bien es cierto que una actitud positiva puede ayudar a que las cosas salgan mejor de lo esperado, no es menos cierto que todo en exceso es malo. Las cosas deben enfrentarse siempre desde un punto de vista realista, sin caer en visiones demasiado pesimistas u optimistas. Ahora bien, cuando se trata de momentos específicos, lo ideal es vivirlos, disfrutarlos o enfrentarlos, según sea el caso.

Hay gente que se complica su existencia más de la cuenta, queriendo hacer cosas que están fuera de su alcance, embarcándose en proyectos casi imposibles o no buscando solución temprana a sus problemas. Hay también gente que se crea unos hábitos que le afectan el día a día simplemente porque no buscan la manera de ajustarse a los cambios que inevitablemente suceden. Es también muy cierto que hay gente que le complica la existencia a otros, y esto puede ocurrir de varias maneras, denotando en ocasiones un egoísmo que al parecer forma parte intrínseca de la naturaleza humana.