Foto: El Caribe
Cada cierto tiempo se inauguran obras en todo el país: soluciones viales, acueductos, extensiones de la UASD, edificios de apartamentos, hoteles, museos, plazas comerciales, parques, bibliotecas, y un largo etcétera. Algunas obras son de carácter privado, otras son proyectos de Gobierno, pero todas buscan aportar algo a la ciudad.
Es notorio que en obras de corte público y/o estatal la belleza y el encanto de lo nuevo duren poco. Ejemplos abundan: inauguran una escuela, y a los pocos meses está descuidada. Inauguran un paso desnivel, y par de semanas después ya tiene graffiti en las paredes o se han improvisado caminos en sus áreas verdes o le han volado una parte de la malla ciclónica. Quizás el Metro de Santo Domingo sea la única obra de uso común que no ha sucumbido a lo usual, algo que debe resaltarse a ver si se sigue el ejemplo.
Vale preguntarse por qué pasan estas cosas. O sea, ¿por qué los habitantes de una ciudad no pueden contribuir a preservar sus obras y facilidades en buen estado? No. Aquí la cosa es que cualquier pared en blanco sirve de valla, cualquier poste de luz se convierte en el espacio ideal para anunciar lo que sea, los parques son tierra de nadie y en general la gente se sale con la suya, pero aún más cuando la obra no es de corte privado. A veces da la impresión de que la idiosincracia del dominicano no da para más: que es inevitablemente bulloso y desorden, y que el ornato simplemente no le importa.
Además de lo que parece ser la idiosincracia, hay factores que no ayudan, y uno de ellos es la permisividad que históricamente se ha exhibido desde desde la era post-Trujillo. Es esta misma permisividad la responsable del caos a nivel de transporte, de que se ocupen las aceras con cualquier cosa y de que la gente haga lo que le de la gana. El otro factor tiene que ver con la falta de educación en lo concerniente a moral y cívica, una materia que recuerdo era obligatoria en el colegio y donde la profesora de turno era particularmente severa para que nadie se hiciera la idea de que eso era innecesario o una pérdida de tiempo.
Además de lo que parece ser la idiosincracia, hay factores que no ayudan, y uno de ellos es la permisividad que históricamente se ha exhibido desde desde la era post-Trujillo. Es esta misma permisividad la responsable del caos a nivel de transporte, de que se ocupen las aceras con cualquier cosa y de que la gente haga lo que le de la gana. El otro factor tiene que ver con la falta de educación en lo concerniente a moral y cívica, una materia que recuerdo era obligatoria en el colegio y donde la profesora de turno era particularmente severa para que nadie se hiciera la idea de que eso era innecesario o una pérdida de tiempo.
Hoy vi en el periódico que están listos los trabajos de Güibia, y si bien se trata de una buena noticia, hay que ver por cuanto tiempo se mantiene en condiciones aceptables. Porque esa es la otra parte del asunto: luego de que se invierte un dinero en hacer una obra la entidad responsable falla en darle el mantenimiento de lugar, a veces por ineficiencia, a veces por otros motivos. Con este ciclo hay que romper ya.
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