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Con lluvia y brisa. Así ha celebrado la mayoría de los dominicanos este 16 de agosto, que marca el 148 aniversario de la Restauración de la Independencia, perdida en 1861 cuando el general Pedro Santana, entonces presidente de la República, decidió anexar el país a España.
Se trata esta de una historia bastante conocida por los dominicanos, y de paso es una de las fechas patrias más importantes, motivo por el cual la Constitución establece la inamovilidad de la fecha, de la misma forma que la Independencia y las festividades religiosas (La Altagracia y Las Mercedes) no se mueven para los lunes.
La importancia de la Restauración es que se trató de una gesta que reafirmó la independencia lograda en 1844, y que desde un principio se vio en peligro, primero por la amenaza haitiana, y luego por las ambiciones de figuras importantes de la historia (Buenaventura Báez fue otro que trató de negociar algún tipo de anexión o protectorado) y otras naciones que siempre mostraron interés en la isla por asuntos geopolíticos (a modo de ejemplo, la bahía de Samaná era altamente codiciada).
El Grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863 marcó el verdadero inicio de la reconquista de la independencia perdida, y si bien la independencia quedó oficialmente restaurada en marzo de 1865 tras una larga guerra de guerrillas, se conmemora la Restauración en esta fecha por el carácter absoluto con que las tropas dominicanas se empeñaron desde ese momento en anular la autoridad que España ejercía sobre la isla desde que Santana hubiera tomado la decisión de la anexión.
Gregorio Luperón, Santiago Rodríguez y José Antonio Salcedo, las figuras más destacadas del movimiento restaurador, necesitan ser recordadas con más frecuencia por una sociedad que poco a poco parece ir perdiendo su identidad.
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