Cuatro haitianos muertos en Jimaní. Este es el título que desde ayer se repite en periódicos, blogs y otros medios informativos. Es un caso que además de empeorar aún más la imagen de República Dominicana en el exterior, ofrece un vistazo a una de las realidades de la inmigración haitiana: la tala y quema de árboles como forma de vida.
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Desde ahora dejo en claro que no estoy de acuerdo con que estos haitianos hayan sido asesinados a balazos al ser sorprendidos en esa tarea en la loma El Bejuco. De hecho, los autores, si es que dan con ellos, deben ser condenados. Sin embargo, debe prestarse igual nivel de atención al hecho de que estos haitianos, al igual que muchos otros que llegan a este lado de la isla, estaban depredando una de nuestras áreas boscosas.
Siempre se ha alertado del peligro de depredación y desertificación de la RD a mano de haitianos en caso de que la inmigración se salga de control, algo que, lamentablemente, pasó hace rato. Aún así, la solución no está en matar a quienes sean atrapados talando y quemando árboles, o construyendo hornos de carbón. No, lo que debe hacerse en estos casos es alertar a las autoridades, y a ellos que sigan el proceso de lugar.
Voy más lejos. No es solo denunciar y atrapar, sino establecer firmes controles a la inmigración, no ceder un ápice en vigilancia y respeto a las leyes de medioambiente y, sobre todo, perder el miedo de hacer valer nuestro derecho a frenar una inmigración ilegal que nos sale muy cara. Es hora de sincerizar ciertos aspectos para que pueda ponerse en marcha un control efectivo en la frontera, y ello implica regularizar la situación en los sectores azucarero y de construcción, así como desbaratar esa redes que trafican con haitianos.
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