¿Qué será peor? ¿La historia del secuestro que nadie cree o la vergüenza que supone la acusación realizada al diputado Julio Romero? Según lo veo, ambos casos son un reflejo del rumbo que ha ido tomando la sociedad dominicana, que parece estar dominada por una inversión de valores donde lo malo es bueno y lo bueno es malo.
Por 22 días la población dominicana estuvo atenta al desenlace del caso del joven Eduardo Antonio Baldera Gómez, supuestamente secuestrado en Nagua el 18 de septiembre. Cuando finalmente se dio la noticia de que apareció sano y salvo el sábado pasado, la sensación de alivio fue generalizada. Sin embargo, a medida que iban emergiendo las declaraciones, fue creciendo la incredulidad, y si no lo creen así, solo miren este dato: El Nacional, en su versión online de anoche, dice que 84% de quienes participaron en su encuestan no cree la historia del secuestro.
¿De dónde sale esta incredulidad? Para empezar, el joven Baldera Gómez, al ser mostrado en TV, se veía en excelentes condiciones físicas, a pesar de haber pasado 22 días encerrado en alguna choza, encadenado y comiendo chucherías a deshoras. Para colmo, el muchacho mostraba barba y cabello recortados, lo que unido a su ropa limpia pone a más de uno a pensar. Otra cosa, si pudo escapar con facilidad, ¿por qué no lo hizo antes? Estas son solo algunas interrogantes que han surgido.
Donde se pone realmente extraña esta historia es cuando el joven identifica a dos de sus captores en base a sus brazos, pues nunca les vio la cara (¿?). La verdad, esta historia está difícil de creer, y ya han empezado a surgir toda clase de conjeturas, siendo la más socorrida aquella de que se trató de un autosecuestro. ¿Qué pasó realmente? Sólo el tiempo dirá.
Volviendo al tema del diputado Julio Romero, este niega haber embarazado a una menor de edad, e incluso alega que por un tiempo la familia de ésta lo ha estado chantajeando. Probablemente la única forma de esclarecer el caso sea haciendo pruebas de ADN al bebé en cuestión. Mientras tanto, casos como este se dan a cada rato en los más diversos estamentos de la sociedad, lo que habla del desenfreno que se vive en estos tiempos.
Hasta que alguien decidió ponerle freno a ese señor, porque los cuentos que se decían por el sector donde hasta hace unos años residía, no eran cortitos... Y el casito del secuestro deja entrever la falsedad con la que se manejan aquí...
ResponderEliminarNo me sorprende nada lo del diputado, su cara lo dice todo.
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