Qué agradable es llamar a un sitio y que le atiendan con amabilidad y cortesía. Desafortunadamente, en el día a día, esta es una ocurrencia rara. Lo más común es que al llamar a una oficina cualquiera conteste el teléfono una persona desganada y sin ninguna intención de ayudar.
Ocurre en cualquier sitio, desde establecimientos particulares hasta farmacias, oficinas gubernamentales, plazas comerciales y centros médicos. Quizás la principal excepción a la regla la constituyan los bancos comerciales, seguidos de las compañías telefónicas, donde por lo general atiende gente que identifica correctamente el lugar donde prestan servicios y se ponen a la orden de forma amable.
Desafortunadamente no ocurre lo mismo al llamar a consultorios médicos, como pude constatar hoy en cuatro ocasiones. Averiguando información para un familiar que vive fuera, llamé hoy a varios centros médicos, y en un caso particular obtuve los teléfonos correspondientes a cuatro consultorios específicos dentro de una misma clínica. Las atenciones en esus cuatro consultorios no pudieron ser peores: en ningún momento las secretarias identificaron el lugar al que se llamaba, lo que me hizo preguntar en cada caso si había dado con el sitio correcto. Al preguntar sobre las horas de consulta y el costo, las secretarias hablaron tan rápido que apenas se entendía lo que decían, con la consecuencia de que tuve que preguntar varias veces lo mismo.
Hay gente que no está calificada para atender teléfonos ni brindar atenciones a los clientes. Se sabe que muchos sitios pagan una miseria por este concepto, y eso explicaría en parte la mala actitud de quienes están al frente de servicio al cliente. Aún así, no se justifica, y al final del día es un asunto más de cultura que otra cosa. Simplemente en este país no hay cultura de cordialidad a la hora de ofrecer servicio, y se nota a cada momento.
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