El Día de la Independencia debe ser un acontecimiento de importancia para cualquier país, y República Dominicana no es la excepción. Durante años ha sido la tradición que ese es el día en que el presidente de turno presenta su discurso de rendición de cuentas ante el Congreso Nacional, y ese ejercicio, con el paso de los años, se ha convertido en algo que mucha gente sigue y analiza según sus convicciones y preferencias.
En años electorales, como el actual, la atención suele ser aún más marcada que en otras ocasiones, y la gente no pierde tiempo en analizar lo que dijo o no dijo el incumbente, y, como siempre, no faltan las acusaciones de demagogia, realidad embellecida y demás calificativos similares.
Ciertamente un día como hoy debe ser usado para reflexionar, pero para reflexionar sin tener política de por medio, porque, lamentablemente, cada análisis que se hace en este país está salpicado por política, y lo cierto es que eso resta valor a cualquier cosa.Visto sin apasionamientos, hay muchas cosas que cambiar en este país, y una de ellas tiene que ver con la mentalidad.
Hay en este país una mentalidad muy rancia para algunas cosas, encerrada, que constituye por sí sola una paradoja bastante grande. El dominicano tiene la particularidad de que desprecia sus propias cosas y profesa un amor a veces exagerado por cualquier cosa que venga de fuera. Es como una imprecación que se observa en el hecho de que mientras la gente en Dominicana tira basura por doquier e irrespeta los símbolos patrios y cualquier disposición diseñada para su beneficio, cuando está fuera resulta un ciudadano ejemplar que cumple con todo lo que se disponga.
Es una disparidad que se nota cuando un dominicano vuelve a su país hablando con un acento foráneo y usando palabras atípicas. También es notable cuando vemos que celebraciones importadas, como Halloween y Thanksgiving, tienen más acogida que otras celebraciones locales.
Hoy es un buen día para analizar qué cosas real y efectivamente nos impiden progresar, porque lo cierto es que no todo es responsabilidad del gobierno de turno. A veces nosotros mismos debemos poner de nuestra parte, y eso aplica a todos: ciudadanos, autoridades o lo que sea.
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