Hasta que hubo el lío con la mucama del hotel de Nueva York probablemente el nombre de Dominique Strauss-Kahn no era tan ampliamente conocido, pues si bien hasta ese momento se desempeñaba como jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) hay que ser honestos: la mayoría de la gente normalmente no le hace caso a esos organismos y suele interesarse en otras cosas.
Pero bien, después del liazo que se armó en Nueva York el señor Strauss-Kahn apareció en todos los medios, y rápidamente se convirtió en el tema de moda. Aún cuando cayó la acusación de la africana contra el ex-jefe del FMI por falta de pruebas y otras cosas, tal parece que el Strauss-Kahn no es ningún angelito después de todo, pues al poco tiempo de haber regresado a su país tras el arresto domiciliario al que fue sometido en EE.UU salieron otras acusaciones.
Después de un tiempo sin sonar, ahora vuelve Strauss-Kahn a los medios, arrestado y acusado nada menos que de ser parte de una red de prostitución que operaba entre Francia y Bélgica. Aunque alega que le tiene horror a las prostitutas y el proxenetismo, el honorable Strauss-Khan ha admitido haber participado en orgías y fiestas donde la gente estaba desnuda. A modo de defensa, dijo que por estar desnudas no sabía si las mujeres eran efectivamente prostitutas o no.
Esta clase de noticias da la vuelta al mundo por tratarse de una figura que de por sí tiene mala reputación. Cuando estalló el escándalo en Nueva York mucha gente se preguntaba con cierta incredulidad dónde estaba la moral de un tipo que además de ocupar un cargo de relevancia mundial era candidato presidencial en su país, Francia. Sin embargo, parece que este asunto de moralidad solo en libros existe, porque un comportamiento aún más indigno presentó por años el que fuera presidente de Italia hasta el año pasado, el infame Silvio Berlusconi.
¿Conclusión? En esta ocasión, voy a dejar que juzguen ustedes mismos.
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