Pocas cosas trastornan un día normal de oficina como una reunión. Sea que haya que moverse hacia otro lugar o no, el mero hecho de tener que reunirse con varias personas a discutir proyectos garantiza que al menos una hora del tiempo será dedicado sólo a esto. Si bien una hora aparentemente no es nada, a esta hay que añadirle el tiempo invertido en los preparativos de la reunón, imprevistos que pueden surgir y la cantidad de tareas pendientes y la posible urgencia de las mismas.
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Sobre todo cuando se trabaja en lugares donde no hay claridad de funciones o donde son frecuentes los enfrentamientos entre departamentos, las reuniones suelen estar dominadas por la hipocresía: sonrisas falsas, tensiones acumuladas y un inmenso deseo de sus participantes de estar haciendo cualquier cosa, menos atendiendo una tediosa reunión.
¿Qué tan necesarias son las reuniones? Todo depende, pues cada caso es único. Cuando se tienen proyectos en carpeta, una reunión preliminar para dar a conocer los detalles y el plan de trabajo es necesaria. A partir de este punto, la comunicación entre el equipo de trabajo puede fluir a través de correo electrónico, teléfono o breves encuentros personales que no requieren de la formalidad de una reunión y que a menudo solo involucran a dos o tres personas.
Las reuniones, mientras más largas y con mayor cantidad de personas, más aburren, hecho comprobado a nivel internacional. Y si no lo cree así, la próxima vez que le inviten a participar en una reunión de trabajo, fíjese cuántos de sus compañeros se la pasan garabateando en su libreta o atendiendo a mensajitos por el celular.
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