Una fábula
Erase una vez un oso bonachón y algo tímido que andaba buscando la forma de establecer contacto con una garza que le había generado cierto interés. Tras hablar con algunas amistades de la garza, logra su objetivo: conoce a la garza, y de inmediato queda prendado de ella. Paulatinamente va estableciendo una amistad con miras a lograr algo más duradero, y así se lo hace saber a la garza, que complacida accede a compartir más tiempo con el oso.
El oso y la garza eran felices compartiendo. Tenían gran afinidad y se respetaban mutuamente. Resultaba obvio que el oso y la garza disfrutaban de su compañía. Por varias semanas, esta situación se mantuvo, pero, como toda fábula realista, las cosas no tardaron en tornarse agrias.
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Justo cuando el oso y la garza estaban convencidos de la gran química que reinaba, apareció un cerdo burlón y vengativo a poner las cosas en su lugar. Para gran tragedia de los protagonistas de esta historia, el cerdo resultó ser el mejor amigo del oso, y en su afán por no perder a su amigo de toda la vida, divisó un plan: le haré ver al oso que esto no le conviene.
Y así, sigilosamente, la influencia del cerdo fue haciéndose cada vez más palpable. Ya el oso no buscaba tanto a la garza, y esta, extrañada de su comportamiento, decidió indagar lo que pasaba.
Al principio, el oso presentó sus excusas, a la vez que prometió no descuidarse tanto. Pero, bajo la influencia del cerdo, la situación fue deteriorándose cada vez más, hasta que el oso y la garza decidieron tomar caminos separados. Y mientras sucedía todo, el cerdo miraba triunfante desde su pocilga.
¿La moraleja de esta historia? No se junte con gente indecisa cuya personalidad es tan endeble que cualquiera puede moldearla a su antojo.
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