Mandar correos, revisar las redes sociales, hacer búsquedas, visitar periódicos, hacer transacciones. Todas estas cosas que se hacen a través de Internet dejan algún tipo de registro, y por ese motivo es que el tema de la seguridad es tan importante cuando se trata de bancos y comercios online. Sin embargo, en el día a día, la mayoría de la gente parece olvidar este detallito, y por eso se cometen errores que más tarde pueden salir muy caros.
Hay gente que siente que su identidad está protegida frente a un monitor. Creen que bajo el anonimato pueden hacer cualquier cosa: insultar gente, robar información y hasta suplantar identidades. Ejemplos de identidades suplantadas se ven con frecuencia en Facebook, Twitter y cuentas de correo, donde a menudo el impostor duplica cuentas con la finalidad de hacer daño a la víctima, que generalmente queda fuertemente desacreditada. El hecho de que la información personal de cada quien anda suelta por las redes sociales tan solo contribuye a este fenómeno, que dicho sea de paso es penado por ley.
¿Qué hacer cuando se reciben mensajes amanazantes, de chantaje o acoso por la vía electrónica? Hay gente que entra en pánico ante esta idea, mientras que otros no le dan la menor importancia. En primer lugar, hay que recordar lo que dije más arriba: en Internet todo queda registrado. Por tanto, una persona que se ponga a mandar mensajes difamatorios/amenazantes o de cualquier otra naturaleza poco sana puede tener la certeza de que tarde o temprano será descubierta. El primer paso es encontrar la dirección IP de donde salió eso.
Habrá quien diga que con una IP privada queda resuelto el asunto, que eso no hay forma de rastrearlo. Craso error. Si el caso es llevado a la Policía, que cuenta con un departamento de delitos informáticos, dar con el paradero de esa IP es cuestión de minutos, y después de eso, a la justicia que tome su curso, con todo y que no es tan ciega como dicen.
Así que ya lo saben quienes gustan de hacer fechorías: no hay escapatoria, aunque tome tiempo.
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