Con cierto asombro he leído en varios medios que el Vicepresidente de la República encabezó hoy, 12 de agosto, los actos conmemorativos al Día de la Restauración, la gesta patriótica iniciada el 16 de agosto de 1863 con el Grito de Capotillo con la finalidad de devolver a la República Dominicana su independencia y soberanía, las cuales había perdido en 1861 a raíz de la anexión a España por parte de Pedro Santana.
Cierto es que el 16 de agosto cae lunes y que es feriado. Es también cierto que ese lunes marca el último día del fin de semana largo que para muchos iniciará mañana viernes. Siendo el caso que este es un país donde últimamente la gente antepone la diversión a cualquier otra cosa, no es de extrañar que se quieran aprovechar los días de semana para hacer el homenaje correspondiente. Sin embargo, con esta práctica se corre el riesgo de restar majestuosidad a lo que se celebra, que es la imposición de la Segunda República.
La Restauración es un evento histórico que jamás debe quedar en el olvido porque se trata de algo tan importante como la primera declaración de Independencia en 1844 (aunque algunos dicen que es incorrecto por aquello de la independencia efímera de 1821, pero ya eso es otro tema). La Restauración, como su su nombre lo indica, fue una reafirmación de los ideales de Duarte, Sánchez, Mella y los demás trinitarios que enfrentaron el yugo haitiano en 1844.
Particularmente no me gusta la idea de conmemorar eventos fuera de su fecha, y esto aplica a efemérides patrias y a tradiciones, como el Día de los Reyes Magos, una de las festividades que más ha sufrido con el asunto del movimiento de feriados en el calendario.
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