19 de agosto. La fecha marca el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, según lo dispuso la Organización de las Naciones Unidas en diciembre de 2008. ¿La motivación? Aumentar la conciencia a nivel mundial de lo que es asistencia humanitaria y la importancia de la cooperación internacional en el contexto de un mundo cada vez más globalizado que constantemente se ve afectado por desastres naturales de envergadura.
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Con motivo de la fecha, la ONU hará un merecido reconocimiento a la República Dominicana por su respuesta ante la tragedia haitiana que derivó del terremoto que el 12 de enero de este año destruyó a Puerto Príncipe. En ese entonces fue la República Dominicana el primer país en ir en auxilio de los haitianos, y al día de hoy esos esfuerzos siguen en pie.
No fue solo que se enviaron unidades de cocinas móviles, personal médico y brigadas para rescate y retirada de escombros: RD ha convocado en reiteradas ocasiones a la comunidad internacional para que esta responsa y llegó a celebrar una cumbre en la que se definieron algunos puntos de interés. Lo más reciente fue el acto realizado en Lemonade, Haití, donde el presidente Leonel Fernández dio el primer picazo para la construcción de una universidad en esa localidad.
A pesar de los esfuerzos de la RD, las cosas continúan prácticamente iguales en Haití, donde la desesperación es cada vez mayor al ver que los fondos prometidos no se desembolsan. Encima de esta situación precaria se han dado situaciones a nivel político de luchas de poder: desde Jean Bertrand Aristide hasta Wyclef Jean, todos pretenden gobernar en Haití, donde al menos 30 candidaturas se han recibido sin haberse aceptado ninguna aún de manera oficial.
Mientras se dan estas situaciones, República Dominicana sigue cargando pesado, mucho más que antes del terremoto, pues si antes había una gran cantidad de indocumentados trabajando en construcción, cortando caña o en actividades informales, la misma se ha multiplicado después del 12 de enero. Ahora no es raro encontrarse con varios grupos de niños haitianos pidiendo en las más concurridas calles de la capital, donde en ocasiones también se dedican a limpiar cristales. Tampoco es raro encontrar haitianos con puestos de frutas improvisados, vendiendo tarjetas de llamadas, helados, plátanos y cualquier otra cosa que se pueda ofertar al público.
Con razón dice la Valerie Julliand, representante de la ONU en el país, que en sus años de trabajo humanitario jamás había visto tal respuesta, porque dejar entrar al país gentes sin visa ni pasaporte, como es el caso de los trabajadores haitianos, eso nada más se ve aquí. ¿Será que los dominicanos nos pasamos de buenos, o responderá el fenómeno a ciertos intereses?
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Cosa rara, es esta misma Julliand la que a cada momento critica el racismo rampante que hay en el país contra los haitianos (¿?). Entonces, por fin, ¿cuál es la posición? ¿Somos humanitarios o no?
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