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Termina el 2009, un año matizado por eventos extraordinarios que tienen el potencial de cambiar para siempre el rumbo de la sociedad dominicana. Un análisis superficial del año revela que hay más cosas malas que buenas, y eso a su vez genera preocupación en una importante porción de la población que aún cree en el trabajo honesto, la decencia y otros valores que al parecer se han ido esfumando con el tiempo.
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Si bien la mayoría de la gente está aturdida por la magnitud y extensión del caso Figueroa Agosto, un caso que viene dominando las portadas de periódicos desde septiembre, cuando Sobeida fue atrapada con 4.6 millones de dólares en una yipeta, la sociedad dominicana ha dado muestras de que tiene el interés de mejorar. Ejemplo de ello cómo se evitó que se construyera una dañina cementera en Los Haitises.
Los dominicanos han ido perdiendo poco a poco el miedo a denunciar acciones incorrectas, y eso es un paso necesario para dejar atrás ese conformismo que tanto daño nos ha hecho. Por esa actitud en exceso relajada, permisiva y conformista es que la idea de "país de las maravillas" se ha salido de las manos, al punto que pareciera que realmente todo es posible en RD. Así parecieran confirmarlo los casos de Paya, Hermanos Benítez y Figueroa Agosto-Sobeida.
La actual situación es un efecto directo de ese afán que hay tan generalizado de hacer dinero fácil. Todo empezó con unos pocos que empezaron de buenas a primeras a darse la buena vida, exhibiendo gruesas cadenas de oro, relojes carísimos, carros exclusivos, todo al tiempo que andaban con grupetes para defenderse de posibles ataques. Esta subcultura también se vio atizada por esos fenómenos tan publicitados de fama instantánea, algo común gracias a los programas de "reality" que abundan en la TV por cable.
Quizás lo que está pasando ahora nos ponga a reflexionar y llegemos de una vez por todas a la conclusión de que no hay tal cosa como el dinero "fácil". Vale más la pena esforzarse por progresar honestamente y disfrutar de la vida sin temores. Después de todo, es muy duro caer de golpe desde lo alto a lo más bajo, como ha pasado con figuras como Báez Figueroa, preso en Najayo junto a otros banqueros, o, peor, como esos capos que han muerto de una manera horrenda en México, Colombia y un largo etcétera.
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