Todo el mundo conoce el significado de la palabra "planificación", mucho se habla en libros y revistas acerca de sus virtudes y beneficios, pero al final del día pocas son las personas que aplican el concepto en sus trabajos, estudios y hasta en sus vidas personales.
Planificar implicar organizarse y establecer metas y objetivos a corto, mediano y largo plazo para posteriormente divisar un plan de trabajo e identificar fuentes de financiamiento. Si bien estos son principios de administración de empresas, lo mismo aplica a nuestras vidas. A menudo la planificación es la diferencia entre el éxito y el fracaso, en otras ocasiones es lo que viene a salvar a un negocio de la bancarrota.
De las virtudes deuna buena planificación todos estamos concientes, sin embargo, en base a mi experiencia laboral, no existe una cultura de planificación entre los dominicanos. Todo quiere hacerse en el momento, sin deternerse a pensar en las consecuencias de una acción, la movilización de recursos y personal que hay que hacer, el tiempo que se va a invertir, planes de contingencia, efecto sobre los usuarios y demás variables que deben tomarse en cuenta.
Cuando los proyectos se ejecutan con pobre planificación, no tardan en surgir los problemas: que se agotaron los fondos, que la tecnología falló, que se acerca peligrosamente la fecha de entrega y ni la mitad se ha ejecutado, cosa que propicia un corre-corre de proporciones épicas para tratar de salvar la situación. Cuando esto pasa, las posibilidades de fracasar o quedar en rídiculo son amplias.
No planificar adecuadamente a menudo lleva a prometer cosas que al final no podrán entregarse, restándose así credibilidad, algo que afecta tanto a nivel profesional como personal. Es hora de que aprendamos la lección.
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