Razones de más tiene el presidente estadounidense Barack Obama en buscar consenso para la aprobación de la ley de reforma al sector salud, que busca dar cobertura a otros 48 millones de ciudadanos norteamericanos.
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Estoy seguro que Obama no lo hace por él, sino por todos aquellos que desde el inicio de su ruta hacia la Casa Blanca deseaban un presidente con alta sensibilidad humana, que no se sintiere ajeno al problema de la salud de un pueblo que, en definitiva ,es quien vota para que un presidente los guíe hacia mejores destinos.
Pienso que el presidente Obama se sintió altamente comprometido con la causa de esas gentes que brindaron su apoyo durante los pasados comicios electorales. Por ello, debe sentarse con cada empresario del sector industrial, farmacéutico y las prestadoras de servicios de salud, que por lo regular son sectores de oposición de todos los gobiernos y que siempre han puesto sus intereses por encima de los del pueblo, que paga un alto precio por ejercer un derecho ciudadano que como boomerang hace su regreso y va directamente a las cabezas de los que menos pueden.
Disminuir el costo de las guerras en Irak y Afganistán, reducir los márgenes de ganancias de todos los sectores que componen el sistema sanitario actual, desmontar el pago de impuestos a los bienes generados por las ganancias sobre las inversiones de capital. Estas solo son algunas de las tantas fórmulas para encontrar un punto de equilibrio para buscar el camino de salida a la crisis que los mantiene enfrentados.
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Si los sectores sociales representados por quienes se oponen a la propuesta de salud del presidente Obama no se sienten identificados en dicha reforma, es un derecho que le asiste. Pero, él, Obama, tiene el compromiso de representar a las grandes mayorías de los estadounidenses, por lo que necesita del consenso de todos.
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