Dicen que cada cabeza es un mundo, y a medida que interactuamos con gente esto se hace evidente. Nadie piensa igual que el otro, y esta diferencia en la forma de pensar por lo general da pie a muchos problemas e inconvenientes que impiden la adecuada convivencia con los demás.
¿Qué tan difícil es aceptar a la gente tal cual es, sin tratar de cambiarla? Sumamente. Parece que la gente está naturalmente equipada para hacer justo eso, con resultados que a veces son buenos y que otras veces son malos.
Hay gente dócil que se deja llevar del otro, pero hay también gente que se resiste a esos cambios, y en un intento por demostrar que no es débil, surgen enfrentamientos que muchas veces son innecesarios. Lamentablemente la vida parece ser una demostración de fuerzas donde siempre gana el más fuerte, aún cuando no tenga la razón ni los méritos de lugar.
Hay toda clase de gente en este mundo. Los hay que son sensibles, emotivos, indiferentes, odiosos, fríos y calculadores. Hay gente que combina todos estos rasgos, otros son cuadrados en su forma de pensar y otros más son pasmosamente lógicos. Estos últimos son la minoría, y, similar al personaje de Sheldon Cooper en The Big Bang Theory, pueden llegar a ser horriblemente irritantes, en parte porque sabemos que muy en el fondo tienen la razón y nos hacen quedar en ridículo.
En esta vida hay que aprender a lidiar con toda clase de gente y aprender a dar la razón a quien la tiene, aunque duela. De nada sirve dejar de hablarle a nadie sólo por haber dicho una verdad o cortar las relaciones por esa causa. Sin embargo, esta es la solución que suele buscarse cuando nos sentimos profundamente dolidos por estas cuestiones. Como eso no sirve de nada, lo que hay que hacer es aceptar la realidad, reflexionar, dar las gracias y continuar el rumbo. Si de algo sirvieron los pasos y se logró hacer un cambio, magnífico. En caso contrario, todavía hay chance.
Cada vez que una persona se molesta con otra, solo el que se molesta sufre. Al otro no le importa. En buen dominicano, esa otra persona deja que el que está molesto se estralle solo y recapacite. Sigue viviendo su vida normal, sin importarle que el otro se sienta mal o se pase horas pensando en el incidente. No es su problema, después de todo.
La moraleja de esta reflexión está bastante clara. Sólo hace falta ponerla a prueba y ser persistentes. En pocas palabras, convertirse en Spock y dejar a un lado las emociones no estaría nada mal.
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