Sin ninguna duda, República Dominicana es el país de las maravillas. Sólo así se explica que supuestos damnificados a los que el Gobierno entregó viviendas tras el desagüe de la Presa de Tavera, en Santiago, hayan vendido sus propiedades para volver a los sitios vulnerables de donde fueron sacados.
No es la primera vez que esto ocurre, ni será la última. La pobreza en RD es algo especial, con unos matices que a veces no se entienden. ¿Cuántas veces no ha llamado la atención el contraste de una casa cayéndose a pedazos, pero con radio y bocinas último modelo? ¿Y qué hay de aquellos hogares donde no aparece leche para el niño, pero el ron está eternamente presente? No vayamos más lejos. Estos damnificados de Santiago reunieron dinero para el inicial de un carro que luego regalaron a una persona que supuestamente les ayudó en las asignaciones de viviendas.
¿Y entonces? Sobre esa gente que vive en lugares vulnerables es mucho lo que se ha escrito, y algo que no deja de llamar la atención es el aparente afán de esas personas por permanecer en tales lugares, aún a sabiendas de lo que viene cuando llueve fuertemente o hay amenaza de ciclones. Resulta también indignante saber que en la mayoría de los casos se trata de gente que invadió terrenos, siempre con la excusa de que no tenían otra opción.
La gente que vende las viviendas asignadas por el gobierno tiene tan poca conciencia como la gente que a 30 años de un ciclón aún pide al Gobierno resolver sus problemas. Se trata de la cultura del pedir que tan arraigada está en el país y que no tiene visos de erradicarse. Con cada día que pasa, más me convenzo de ello.
Foto: sacandomelao
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